El concepto de CIUDADANÏA nos remite al estado de derecho de cualwquier persona, que viva en un lugar, regulado por un régimen jurídico. La ciudadanía nos dota de un sistema de derechos y deberes los cuales nos permiten participar en la vida pública y, por tanto, en la toma de decisiones, ya sea directamente o por medio de representantes que podemos elegir a través de sufragio.
Las mujeres, durante muchos años, no han podido ejercer sus derechos como ciudadanas, simplemente porque han sido excluidas de la ciudadanía. Alejadas de la información y de la educación, se encontraban fuera de los circuítos públicos, por tanto, de los puestos de representación o de los niveles de decisión. Con la entrada de las niñas en los centros educativos y la obligatoriedad de la enseñanza en nuestro país, la situación de las mujeres ha cambiado, muy recientemente, en relación con sus posibilidades de participación política.
El cambio de nuestro país, referido a la ciudadanía de las mujeres ha sido una conquista significativa del siglo XX. Desde la reivindicación del derecho a la educación para las mujeres y del derecho al voto, se ha ido extendiendo a la totalidad de los derechos políticos, derechos civiles, derechos sociales, derechos de familia.
Sin duda, conseguir los derechos políticos ha sido lo más importante para las mujeres por la gran dificultad que conlleva, a causa de que requería dos condiciones:
PRIMERA: Que las mujeres consiguieran encontrar las palabras necesarias para explicar su injusta situación.
SEGUNDA: Que las mujeres tuvieran la oportunidad de que sus palabras fueran escuchadas.
Para las mujeres ha sido muy, muy difícil tomar la palabra, solo algunas de ellas, con una mente privilegiada, un gran sentido de la responsabilidad y una alta dosis de riesgo, acertaron a ver con claridad la situación de desvalimiento en que se encontraba la mayoría de la población femenina. Y así fue.
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